
Historias – Miramar: El origen y final de la capilla Santa Teresita
8 octubre, 2021El relato de la historiadora Mariana Zapata, nos lleva de viaje a las vivencias que dieron forma al primer templo de la localidad turística de Ansenuza.
Por Mariana Zapata – @habíaunavez
Fue el primer templo de fé miramarense. Corría el año 1926 cuando don Victorio Rosso y su esposa Juana Tornatti decidieron construir dentro de los terrenos circundantes al Hotel Mira-Mar, una capilla en honor a Santa Teresita de la cual, doña Juana era fiel devota, al igual que su amiga y fiel colaboradora la señora Valentina de Lencioni.

Con la participación económica de feligreses y pueblo en general a través de rifas, kermeses y bailes se reunieron los fondos para comenzar dicha construcción.
Llegado el año 1930, faltaba muy poquito para terminar la obra, la comisión necesitaba un último esfuerzo para lograr el objetivo y se habían agotado las ideas. Cuentan que por esas cosas de la providencia un acaudalado vecino decidió donar un vehículo marca Grey 0km, con lo recaudado alcanzándose la meta. El día 1 de enero de 1931, se realizó la bendición de su piedra fundamental por el padre Pablo Quadrelli.
Asistieron más de 200 feligreses. Los esposos Rosso ofrecieron un lunch para agasajar a los presentes y entregaron estampas alusivas.
Luego de nueve noches de novena se llevaba a cabo el día 3 de octubre, la santa Fiesta Patronal, comenzando con la misa y posterior procesión, llegaban devotos peregrinando desde Playa Grande, Colonia Muller y loma de los indios. Durante la festividad se llevaba a cabo el sacramento de primera comunión y era normal ver a las niñas ataviadas con la indumentaria similar a Santa Teresita. La celebración duraba tres días había actos y actividades varias como cenas, almuerzos y encuentros deportivos.
Este templo de oración cumplió con normalidad su función hasta comienzos de 1959, época en que la laguna Mar Chiquita comenzó por primera vez, su intempestivo avance sobre la localidad, inundando también toda el área del Hotel Mira-Mar y llegando a la estructura de la Capilla, la cual fue dañada notablemente, dejando heridas que cicatrizaron pronto, a diferencia del hotel que nunca pudo recuperarse. Para finales de 1963 y al comenzar a retirarse el espejo de agua, se reincorporó a sus actividades, siempre con la ayuda de toda la comunidad.

En enero de 1977 la Laguna Mar Chiquita comenzó con un nuevo avance inexorable hacia la localidad, duplicó su superficie en pocos años quedando muy poco en píe de aquel Miramar Turístico y esplendoroso… (tema a tratar en futuros informes).
Como es de imaginarse la Capilla fue parte de ese avance quedando completamente anegada, en diciembre de 1978.
Algunos registros orales cuentan, que después de cada viento norte y al caer una de sus paredes, aparecían sobre la zona de barrancas, restos de bancos, ventanas, y maderas doradas que enmarcaron el altar.
Al inundarse abruptamente fue muy poco lo que los fieles rescataron. Hoy sabemos que algunas imágenes se encuentran en la Parroquia local. Y un dato no menos importante, la imagen de Santa Teresita que se traslada por las calles para la fiesta Patronal del primero de octubre, es la original, es decir, la misma que se encontraba en la Capilla desde la década de 1930.
Cuentan los vecinos con un dejo de tristeza que día a día se veía desde la costa el deterioro del templo: “un día faltaba una parte de pared, al otro la ventana del lado del norte, al otro día otra parte de pared y así se nos iba la capillita y cuando había viento del norte peor, parecía que las olas se la querían llevar para adentro de la mar”. Y la capillita soportaba estoica, sus raíces y paredes de adobe se estaban debilitaban, pero no se doblegaban, parecían esperar el momento propicio, todavía no era la hora …
A comienzos de la década de 1980, mientras el éxodo miramarense era cada vez más evidente, ella continuaba allí, inerte, aunque herida de guerra.
Algo que se hacía en comunidad por esas épocas en donde la solidaridad estaba a flor de piel, era recorrer embarcados las zonas inundadas, para ver en que se podía ayudar, y fue en uno de esos recorridos en donde alguien advirtió, que quedaban en esta estructura alicaída, varios cuadritos del Vía Crucis en buen estado y dos imágenes en repisas. Se tardó una semana en decidir si entrar o no, el temor a un posible derrumbe era algo a tener en cuenta.
Finalmente, una vez tomada la decisión se consiguió una canoa pequeña ya que sería más fácil maniobrar dentro de la ruina. Un vecino así lo recuerda:
“Creo era en el mes de mayo o junio hacía muchísimo frío, ese día amaneció con una neblina que dejaba ver muy poco, asique pasamos el rescate para la hora de la siesta, ya que suponíamos que se iría a despejar, fue raro, nunca mermó la neblina, asique después de las tres como no pasaba nada fuimos lo mismo, se sentía una brisita del norte así que esa noche la mar seguramente iba a estar brava. Entramos a la capilla por la parte que da a las barrancas parecía más segura y en un rato sacamos todo, cuando llegamos a la costa, la neblina se disipaba, el viento norte hacía que la mar se levantará rápido así que sacamos la canoa a tierra, la dejamos bastante lejos porque en estas épocas no se sabía hasta dónde llegaría el agua.

Esa noche la laguna embravecida no dejó dormir a nadie, recuerdo que dormía con la mano colgando de la cama para tocar si entraba agua a mi casa ya que era la línea de calle que seguía a la mar, siempre ese miedo que llegara y no despertarme… A la mañana, tempranito el mismo vecino con el que habíamos hecho el rescate golpeó con fuerza la puerta de casa, sin mediar palabra me hizo seña de que saliera para la costa, mientras mis pasos se aceleraban pensaba que ¿habrá pasado ahora? ¿habría que ayudar, a quien socorrer…?”
El no pudo terminar el relato, los ojos llenos de lágrimas y la garganta cortada por un inmenso nudo obligaron a la pausa hasta que pudo continuar: “ Nos paramos en la costa en un profundo silencio, aún había espuma por la bravura y ajetreo de las aguas … la Capilla ya no estaba, solo un montoncito de escombros se asomaban y algunas chapas se acercaban lentamente a la costa, ahí nos pusimos a llorar, con todas las lágrimas contenidas de muchos días de angustia, es algo que no se puede explicar…”
Justamente nadie entendía entonces porque la capillita seguía en pie, una estructura alicaída asentada en adobe. ¿Sabes lo que creo? Que estaba esperando el momento, y una vez que ya no hubo nada en ella que custodiar, cedió a su destino final.
Esta tampoco es una historia más, esto pasó en Miramar de Ansenuza, y en algún momento de su bella y valiente historia.
¡¡¡¡¡Viva Santa Teresita!!!!!
